top of page

PANecillos


Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; en mi recuerdo machadiano yo hubiera escrito que mi infancia son recuerdos de un patio de colegio y un bocadillo de pan tierno... Podría asegurar sin equivocarme que la mayoría de los niños que crecimos en los setenta y los ochenta tenemos algun recuerdo especial relacionado con el pan. Recuerdo muy bien el pan de mi infancia, su olor, su miga esponjosa y su corteza crujiente. En mis años en el colegio de monjas los padres de una compañera de pupitre tenian una panadería en la calle Pablo Flórez muy cerca de la catedral. Aún existe el local y sigue teniendo el nombre de "La Castellana" en su rótulo hoy abandonado y vacío. Nunca olvidaré aquellos muñequitos de pan crujiente que nos comíamos mientras regresábamos al colegio en el tiempo del recreo. Ni el olor al entrar en aquella tienda pequeña y oscura que me transportaba a un lugar cálido en los fríos inviernos leoneses, luminoso y acogedor, protector y en calma. También recuerdo bien la panadería del pueblo. Cuatro poderosos mastines cuidaban la entrada a aquel recinto austero pero maravilloso. Las puertas que daban al Obrador siempre estaban entornadas y se podía ver el horno, los sacos de harina las mesas donde se trabajaba la masa. El ambiente era sereno, casi mágico. Las barras y las hogazas dispuestas en aquellos estantes lucían espléndidas, apetecibles. Se mezclaba el olor a pan recién horneado con el dulzor de las tortas y magdalenas. Era maravilloso...la furgoneta de reparto llegaba al pueblo varias veces por semana. Siempre paraba frente a la casa de mi abuela. Su pitido ensordecedor era música celestial, cuando se abría aquel portón la imagen era maravillosa, jaulas llenas de barras y hogazas perfectamente colocadas, crujientes, doradas. El olor de aquel pan me provocaba un placer inmenso, que me conecta aún hoy con algo ancestral y ejerce sobre el espíritu un efecto casi terapéutico. Siempre he tenido esa imagen idílica del panadero como un ser bonachón, poco social y altamente generoso que trabaja mientras todos duermen para que a la salida del sol podamos disfrutar de ese alimento maravilloso que es el pan. Ya los egipcios colocaban pan sobre las tumbas para facilitar el camino a los difuntos en la otra vida. Y los griegos pensaban que los panaderos eran protegidos de la diosa de la nutrición, Deméter, que lucía una larga y rubia cabellera de espigas de trigo. Démosle pues, el valor y la importancia que este maravilloso alimento tiene y que hoy día parece haber perdido.

Entradas destacadas
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
bottom of page